Una evaluación contemporánea de Francis Parker Yockey, parte 3

Por Kerry Bolton

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

 

El comunismo se fue, pero la Guerra Fría cultural continúa, ahora vendida como la «liberación» de los Estados considerados no adecuadamente «democráticos». Estados Unidos tiene su propia versión de la «revolución permanente» de Trotsky que los estrategas estadounidenses llaman «conflicto constante». El mayor Ralph Peters, un destacado estratega militar, anteriormente servidor de la Oficina del Jefe Adjunto del Estado Mayor de Inteligencia, parece haber acuñado el término. Peters ha escrito sobre esto en un artículo con ese nombre. Las declaraciones de Peters muestran definitivamente que la «distorsión cultural» es una estrategia artificial para la dominación global; nos recuerda que el régimen de distorsión cultura ahora tiene a su disposición una tecnología mucho más poderosa y dominante que el cine y la literatura de la época de Yockey:

 

“Hemos entrado en una era de conflicto constante…

 

Estamos entrando en un nuevo siglo estadounidense, en el que seremos aún más ricos, culturalmente más letales y cada vez más poderosos. Vamos a excitar odios sin precedentes.

 

La información destruye los trabajos tradicionales y las culturas tradicionales; seduce, traiciona, pero sigue siendo invulnerable. ¿Cómo puedes contraatacar la información que otros te han enviado? No hay otra opción efectiva que no sea el desempeño competitivo. Para aquellos individuos y culturas que no pueden unirse o competir con nuestro imperio de la información, solo existe el fracaso inevitable… El intento de los mullahs iraníes de separarse de la Modernidad ha fracasado, aunque un cadáver con turbante todavía camine por el vecindario. La información, desde Internet hasta los videos de rock, no será contenida, y el fundamentalismo no puede controlar a sus hijos. Nuestras víctimas son voluntarias [1]”.

 

Peters afirma que este «imperio de la información global» liderado por Estados Unidos es «históricamente inevitable». Esta «inevitabilidad histórica» ​​es un clásico de Marx, así como el «conflicto constante» es un clásico de Trotsky. Esta es una «revolución cultural», respaldada por el poder de fuego estadounidense. Peter continúa:

 

“Está de moda entre las élites intelectuales del mundo denunciar la «cultura estadounidense», y nuestros críticos domésticos son los que más se quejan. Pero las élites intelectuales tradicionales tienen una relevancia cada vez menor, reemplazadas por élites cognitivo-prácticas, figuras como Bill Gates, Steven Spielberg, Madonna o nuestros políticos más exitosos, seres humanos que pueden reconocer o crear apetitos populares, recreándose según sea necesario. La cultura estadounidense contemporánea es la más poderosa de la historia y la más destructiva de las culturas competidoras. Mientras que otras culturas, como las de Asia Oriental, parecen ser lo suficientemente fuertes como para sobrevivir al ataque de estos comportamientos adaptativos, la mayoría no lo son. El genio, el arma secreta, de la cultura estadounidense es la esencia que las élites desprecian: la nuestra es la primera cultura genuina popular. Acentúa la comodidad y la conveniencia, la facilidad, y genera placer para las masas. Somos el sueño de Karl Marx y su pesadilla (cursiva nuestra)”.

 

Las celosas profecías mesiánicas de Peters para el «Siglo americano» recuerdan al Brave New World de Huxley, donde las masas se mantienen en servidumbre no por la fuerza física sino por la narcosis sin sentido, por la adicción a lo pueril, todo lo que es, en una palabra, «americano» desde la «segunda revolución americana de 1933». Peters continúa:

 

“Los revolucionarios seculares y religiosos en nuestro siglo han cometido el mismo error, imaginando que los trabajadores del mundo o los fieles simplemente no pueden esperar a ir a casa por la noche para estudiar a Marx o el Corán. Bueno, Joe Sixpack, Ivan Tipichni y Ali Quat preferirían «Baywatch». Estados Unidos lo ha descubierto, y somos brillantes en la puesta en práctica de nuestro conocimiento, y nuestro poder cultural obstaculizará incluso aquellas culturas que no socavamos. No existe un «competidor homólogo» en el departamento cultural (o militar). Nuestro imperio cultural tiene adictos, hombres y mujeres en todas partes, clamando por más. Y pagan por el privilegio de su encanto (cursiva nuestra)”.

 

El «conflicto constante» es la Revolución Cultural mundial, con las fuerzas armadas utilizadas como respaldo contra cualquier Estado reticente, como en los casos de Serbia e Irak. Por lo tanto, el mundo debe mantenerse en un estado de cambio, con una falta de permanencia, que Peters llama la «fuerza» de los Estados Unidos, ya que los modos de vida tradicionales establecidos no concuerdan con el principio histórico del «progreso sin fin» darwiniano lineal en lo industrial, técnico y económico. Peters continúa:

 

“No habrá paz. En cualquier momento dado del resto de nuestras vidas, habrá múltiples conflictos en formas mutantes en todo el mundo. El conflicto violento dominará los titulares, pero las luchas culturales y económicas serán más estables y, en última instancia, más decisivas. El papel de facto de las fuerzas armadas de los Estados Unidos será mantener el mundo seguro para nuestra economía y abierto a nuestro asalto cultural. Para esos fines, haremos una buena cantidad de asesinatos” (Énfasis añadido).

 

Peters se refiere a ciertas culturas que intentan reafirmar sus tradiciones, y nuevamente enfatiza que esta distorsión cultural universal que se está imponiendo es uno de los «placeres infecciosos» de Huxley. Se vuelve a enfatizar la inevitabilidad histórica, ya que los regímenes que lo «rechazan» (sic) serán lanzados a lo que en términos de Trotsky es el «basurero de la historia». Lo que Yockey llamó la «distorsión cultural» es descrito aún más enérgicamente por Peters como una «infección».

 

“Sí, las culturas extranjeras están reafirmando sus identidades amenazadas, generalmente con un éxito marginal, si es que lo hay, y sí, están tratando de escapar de nuestra influencia. Pero la cultura estadounidense es contagiosa, una plaga de placer, y no tienes que morir por ella para verse obstaculizado o perjudicado en su integridad o competitividad. La lucha de otras culturas para resistir la intrusión cultural estadounidense desvía sus energías de la búsqueda del futuro. No debemos temer el advenimiento de regímenes fundamentalistas o de rechazo. Simplemente están garantizando el fracaso de sus pueblos, al tiempo que aumentan aún más nuestra fuerza relativa (cursiva nuestra)”.

 

Michael Ledeen (anteriormente consultor del Consejo de Seguridad Nacional de los EE. UU., el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa, ahora con la Fundación para la Defensa de las Democracias, que es otra organización que trabaja para el «cambio de régimen») en términos similares al de Peters, hace un llamado a los Estados Unidos para que cumplan su «misión histórica» ​​de «exportar la revolución democrática” en todo el mundo. Al igual que Peters, Ledeen predica que esta revolución mundial es una parte necesaria de la «guerra contra el terrorismo», pero también enfatiza que la «revolución mundial» es la «misión histórica» ​​de los Estados Unidos y siempre lo ha sido. Escribiendo en una revista nacional «neoconservadora», Ledeen afirma:

 

“… [Somos] el único país verdaderamente revolucionario del mundo, como lo hemos sido por más de 200 años. La destrucción creativa es nuestro segundo nombre. Lo hacemos automáticamente, y es precisamente por eso que los tiranos nos odian y se ven obligados a atacarnos (cursiva nuestra)”.

 

Al igual que Peters, Ledeen afirma un principio fundamental de la morfología cultural como el estudio de la vida de una cultura como organismo, cuando se refiere a la «misión destructiva» de Estados Unidos como algo que hace «automáticamente» (sic); es decir, que es la característica innata del organismo cultural estadounidense comportarse de esa manera; un imperativo orgánico interno.

 

“La libertad es nuestra arma más letal, y los pueblos oprimidos de los regímenes fanáticos son nuestro mayor activo. Necesitan escuchar y ver que estamos con ellos, y que la misión occidental es liberarlos, bajo líderes que los respetarán y preservarán su libertad”.

 

Ledeen se refiere a una misión, por lo tanto, se ve en tales sectores como de naturaleza mesiánica, pero, por supuesto, Ledeen, como todos los demás apologistas de la hegemonía global de la distorsión de la cultura, describe esto como una «misión occidental» (sic) que es una completamente falsa, y está calculada para engañar, al igual que Estados Unidos fue anunciado como el líder del «mundo occidental» al oponerse al «comunismo» durante la Guerra Fría, cuando en realidad su estrategia era difundir el bolchevismo en su sentido más destructivo – trotskista –  [2]. Ledeen se refiere a la exportación de la revolución como uno pensaría que un viejo troskista la exhortaría, pero afirma hablar por el «conservadurismo» estadounidense, un fenómeno que Yockey describiría como un elemento de «cultura retardataria», un estrato «liderazgo» en bancarrota, en un sentido nominal, que se convierte en el mercenario de la distorsión cultural. Cabe señalar que el neoconservadurismo estadounidense es una metamorfosis del trotskismo que ha sufrido un cambio alquímico en la destilería del anti-estalinismo de la Guerra Fría [3].

 

Ledeen se refiere, por lo tanto, en términos bolcheviques a exportar una «revolución democrática» y le da crédito al régimen estadounidense por haber derrocado tanto al bloque soviético como al gobierno blanco en Sudáfrica, regímenes que a su manera eran anacronismos ene el «nuevo orden mundial» y por lo tanto, tenían que ser eliminados, como es el caso de los Estados islámicos de hoy, en interés de lo que el cripto-masón George HW Bush llamó abiertamente el «nuevo orden mundial» en referencia directa a la primera guerra contra Irak. Notase que Ledeen menciona la «misión histórica» ​​de los Estados Unidos y la «carga revolucionaria» de los Estados Unidos, nuevamente expresiones mesiánicas que reflejan la misma mentalidad que Marx y Trotsky, y como para confirmar la naturaleza de esta misión, Ledeen utiliza el término «audacia» para describir la perspectiva de los neo-mesianistas americanos.

 

“… es hora, una vez más, de exportar la revolución democrática. Para aquellos que dicen que no se puede hacer, solo necesitamos señalar la década de 1980, cuando lideramos una revolución democrática global que derrocó a los tiranos desde Moscú a Johannesburgo. Entonces, también, la gente inteligente dijo que no se podía hacer, y se rieron burlándose de Ronald Reagan cuando dijo que los tiranos soviéticos se habían acabado y pidió a Occidente que pensase mucho sobre cómo sería una época poscomunista. Destruimos el Imperio soviético y luego nos alejamos de nuestro gran triunfo en la Tercera Guerra Mundial del siglo XX. Como escribí tristemente en ese momento, cuando Estados Unidos abandona su misión histórica, nuestros enemigos se animan, se fortalecen y, finalmente, comienzan a matarnos nuevamente. Y así lo han hecho, obligándonos a asumir nuestra carga revolucionaria y derribar los regímenes despóticos que han hecho posible los odiosos eventos del 11 de septiembre» [4].

 

El paleoconservador estadounidense, Jospeh Sobran, comentó en 2001 de esta situación mundial que:

 

“El antiamericanismo ya no es una mera moda de estudiantes universitarios marxistas; es una reacción profunda de las sociedades tradicionales contra una modernización corrupta y corruptora que se les impone, tanto por la violencia como por la seducción. Enfrentados a la América (Estados Unidos) de hoy, entonces, el árabe cristiano se encuentra en una inesperada simpatía con su enemigo musulmán» [5] (Énfasis añadido).

 

El «bolchevismo de Washington» se puede llamar hoy fácilmente «neoconservadurismo». Si bien esto puede parecer una paradoja, incluso un absurdo, la naturaleza de esto puede ser fácilmente entendida por aquellos que tienen la perspectiva más alta proporcionada por la morfología cultural de Yockey, que se refiere al espíritu o imperativo interno de las doctrinas, en lugar de a las superficialidades. El «bolchevismo» en ese contexto podría usarse para describir cualquier cosa de naturaleza orgánicamente destructiva que implique la manipulación de las masas. Por lo tanto, Yockey veía los principios «democráticos» de Estados Unidos como fundamentalmente comunistas, siendo ambas formas de materialismo surgidas del mismo Zeitgeist del siglo XIX:

 

“Los valores principales del comunismo son idénticos a los de la democracia liberal… La única diferencia entre la democracia liberal y el comunismo en la práctica era que el comunismo era una intensificación de esas creencias que se convertían en políticas…” [6].

 

Los apologistas estadounidenses para la hegemonía global que ahora es llamada como los mismos principios que fueron inaugurados por la «Revolución de 1933» [7], el «neoconservadurismo», a menudo en realidad provienen de un fondo bolchevique o menchevique, a diferencia de lo que el filósofo estadounidense Paul Gottfried ha acuñado en llamar el «paleoconservadurismo». El movimiento «neoconservador» tuvo un aporte importante del trotskismo, a menudo a través del Congreso para la Libertad Cultural, y se ha mantenido básicamente neo-trotskista. He intentado rastrear esto desde la división de Trotsky-Stalin o lo que Yockey percibió desde el principio como una dicotomía del bolchevismo eslavo versus el bolchevismo judío, hasta las facciones dentro de la izquierda estadounidense lideradas por el agente de la CIA Sidney Hook, y en particular por el faccionalista trotskista Max Shachtman, estas tendencias dentro de la izquierda estadounidense se obsesionaron tanto con oponerse al estalinismo que terminaron proporcionando la base para la ideología y las operaciones de la Guerra Fría, que se han transformado en otros métodos para la era post-soviética, continuando difundiendo lo que se llama la «revolución democrática global” [8]. De hecho, no solo Hook y Shachtman terminaron apoyando la estrategia estadounidense de la Guerra Fría, sino también la viuda de Trotsky, Natalia Sedova, que rompió con la Cuarta Internacional y elogió a los Estados Unidos por sus acciones en Corea, mientras que postulaba, como Shachtman, a la URSS como el principal obstáculo para el socialismo mundial [9].

 

De este trasfondo surgió el National Endowment for Democracy antes mencionado, que tomó el lugar del redundante Congreso para la Libertad Cultural después de la Guerra Fría, para continuar el «bolchevismo de Washington» en nuevas direcciones. Fue fundado en 1983 por el shachtmaniano Tom Kahn, de la AFL-CIO, quien había desarrollado una red de contactos con socialdemócratas en todo el bloque soviético, África y América Latina. Otro shachtmaniano, Carl Gershman, se convirtió en el primer presidente en 1984 y fue fundador de los socialdemócratas de los Estados Unidos. La NED fue presentado al Congreso por George Agree, y por lo tanto obtiene fondos del Congreso para sus operaciones revolucionarias mundiales [10].

 

Cuando Yockey publicó Imperium en 1948, veía a Rusia como ajena e incompatible con el organismo cultural occidental y, por lo tanto, como un «enemigo externo» [11], una visión que persistió en su ensayo final, «El mundo en llamas: una estimación de la situación mundial”, escrito en 1960, el año de su muerte. Yockey continuó defendiendo una posición neutralista para Europa en caso de un conflicto entre Estados Unidos y Rusia, aunque durante mucho tiempo consideró que la ocupación rusa de Europa era menos dañina para el organismo cultural que la ocupación de Estados Unidos, y vio la posibilidad de occidentalizar a un ocupante ruso. Él vio el aumento del neutralismo de los Estados como uno de los pocos desarrollos positivos en la situación mundial, y en particular el surgimiento del nacionalismo árabe, en ese momento personificado por «un hombre grande y vigoroso», Nasser [12]. Vio el Islam resurgente como un bloque que disminuía el poder del sionismo mundial sin aumentar el «poder ruso-chino». Aquí Yockey estuvo significativamente equivocado al ver a China-Rusia como un bloque. No hubo un bloque chino-soviético durante el tiempo de Yockey, y no existe uno ahora, a pesar de una alianza pragmática temporal. Es más probable que Estados Unidos y China formen un bloque para contener a Rusia, tal como lo hicieron durante la década de 1970. Tal conclusión está dentro del alcance de la morfología cultural, aunque el conflicto ruso-chino solo se hizo evidente poco después de la muerte de Yockey [13].

 

Sin embargo, al igual que con el surgimiento del Islam, Yockey también vio que un bloque latinoamericano seguramente representaría una molestia para la plutocracia, y utilizó el ejemplo de Cuba en ese momento. En los últimos años, la Venezuela de Chávez ha alentado activamente la formación de un bloque bolivariano en América Latina, al tiempo que repudia tanto a los EE. UU. como al sionismo, y cuenta con el apoyo significativo de Rusia para hacerlo [14].

 

Rusia está cargada de posibilidades y conserva la única apariencia de una «horda bárbara» con el poder de pureza suficiente para barrer la suciedad de la decadencia que impregna al «Oeste» en su ciclo de declive. Rusia continúa mostrándose insensible a la «democracia» a pesar de los desventurados esfuerzos de los «retardatarios culturales» como Gorbechev y Yeltsin. El ruso es un «campesino» eterno como Yockey declaró, inmune a la decadencia de la megalópolis. La forma en que el régimen ruso trata con los oligarcas es un signo de salud cultural. Mientras que una civilización ruso-occidental orgánica puede o no ser posible, tal concepción no es desconocida, De Gaulle propone una «Europa unida desde el Atlántico a los Urales» [15] mientras que otro pensador geopolítico francés, Olivier Vedrine, considera, en contraste con Yockey, Rusia como un ser «europeo», proclamando un frente unido [16]. La situación mundial tal como está ahora ha cambiado desde los tiempos de Yockey, pero el método analítico de Yockey sigue siendo legítimo, incluso si lleva a conclusiones con respecto a Rusia, China y los Estados Unidos que difieren de las propias de Yockey. Pero, como lo demuestra su reacción ante el Juicio por Traición de Praga en 1952, Yockey fue sobre todo un realista que fue capaz de revisar radicalmente su pensamiento en función de circunstancias cambiantes.

 

Notas:

 

[1] Ralph Peters, “Constant Conflict,” Parameters, Summer 1997, 4–14. http://www.usamhi.army.mil/USAWC/Parameters/97summer/peters.htm

[2] K. R. Bolton, “America’s ‘World Revolution:’ Neo-Trotskyite Foundations of US Foreign Policy,” Foreign Policy Journal, May 3, 2010.http://www.foreignpolicyjournal.com/2010/05/03/americas-world-revolution-neo-trotskyist-foundations-of-u-s-foreign-policy/

[3] K. R. Bolton, “America’s ‘World Revolution.’”

[4] Michael Ledeen, “Creative Destruction: How to Wage a Revolutionary War,” National Review online, September 20, 2001. http://old.nationalreview.com/contributors/ledeen092001.shtml

[5] Joe Sobran, conservative Catholic columnist, “Why?,” SOBRAN’S — The Real News of the Month, vol. 8, no. 11 (November 2001).

[6] Yockey, “Proclamation of London,” 13.

[7] ¿No podría considerarse que fue con Woodrow Wilson cuando se inauguró la «Revolución Americana»?

[8] Como el presidente Bush se refirió a él en 1983 ante una conferencia de la NED, al afirmar que tal como el bloque soviético había sido «liberado» bajo Reagan, inauguraría la «liberación» del mundo musulmán. Fred Barbash, “Bush: Iraq Part of ‘Global Democratic Revolution’: Liberation of Middle East Portrayed as Continuation of Reagan’s Policies,” Washington Post, November 6, 2003.

[9] Natalia Sedova Trotsky, May 9, 1951, Mexico City, letter to the leadership of the Fourth International and the U.S. Socialist Workers Party, Labor Action of June 17, 1951. http://www.marxists.org/history/etol/newspape/socialistvoice/natalia38.html

[10] Bolton, “America’s ‘World Revolution.’”

[11] Imperium, 586.

[12] Yockey, “The World in Flames: An Estimate of the World Situation,” VI.

[13] Bolton, “Russian and China: An Approaching Conflict.”

[14] Bolton, “An ANZAC-Indo-Russian Alliance? Geopolitical Alternatives for Australia and New Zealand,” India Quarterly, vol. 6, no. 2 (August 2010), 188.

[15] Yockey consideró a De Gaulle como un «cretino», pero lo vio encarnando el deseo europeo de neutralidad, y afirmó que «un idiota podría salvar a Europa», habiéndose «alineado accidentalmente» con esta «fuerza espiritual». Yockey, “The World In Flames,” VI.

[16] Olivier Vedrine, “Russia is indeed a European country,” September 2009. Cited by Bolton, India Quarterly, 188–89.

Una evaluación contemporánea de Francis Parker Yockey, parte 2

Por Kerry Bolton

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

 

Yockey y Huxley sobre el totalitarismo «blando»

 

La comprensión de las opiniones de Yockey sobre la «sífilis ética» y la «lepra espiritual» de los Estados Unidos se ve apoyada si se está familiarizado con la novela Un mundo feliz (Brave New World) de Aldous Huxley de 1932 [1]. Huxley era mucho más profético que Orwell y describió con bastante precisión cómo los «amos del mundo» impondrían una dictadura global no por la fuerza de las armas, sino por la esclavitud del «placer». La disponibilidad inmediata de sexo y drogas se usaría para crear una sociedad narcotizada donde todos estén contentos con su posición servil. En Brave New World en 1958, Huxley describió el régimen como:

 

… un Estado mundial en el que la guerra ha sido eliminada y donde el primer objetivo de los gobernantes es a toda costa evitar que sus súbditos causen problemas. Esto lo logran (entre otros métodos) legalizando un grado de libertad sexual (hecho posible por la abolición de la familia) que prácticamente inmuniza a los Brave New Worlders contra cualquier forma de tensión emocional destructiva (o creativa) [2].

 

En 1984, la lujuria por el poder se satisface infligiendo dolor; en Brave New World, infligiendo un placer apenas menos humillante. [3]

 

Una droga llamada «Soma» mantiene el condicionamiento social. Huxley llama a las drogas «no un vicio privado» sino «una institución política» [4].

 

Era la esencia misma de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad garantizada por la Declaración de Derechos. Pero este privilegio inalienable de los sujetos más preciados era al mismo tiempo uno de los instrumentos de gobierno más poderosos en el arsenal del dictador. La drogadicción sistemática de los individuos para beneficio del Estado… era una de las principales planchas en la política de los amos del mundo… [5].

 

En Brave New World, el control de la población se logra por medio del sexo forzado y no reproductivo, incluidas las orgías masivas o «orgías-pornográficas» donde los participantes entran en un frenesí inducido por narcóticos y ritmos repetitivos. [6] Estas orgías también sirven como ritos religiosos o eventos de «solidaridad».

 

Yockey tenía una comprensión similar del funcionamiento del totalitarismo suave. En La Proclamación de Londres escribe:
La degradación de la vida social no sucedió simplemente, sino que fue planeada, deliberadamente fomentada y difundida, y el debilitamiento sistemático de toda la vida de Occidente continúa hoy.

 

Los instrumentos de este asalto y las armas de propaganda, prensa, radio, cine, escenario, educación. Estas armas están controladas en este momento en Europa casi en su totalidad por las fuerzas de la enfermedad cultural y la degeneración social.

 

La «fuente principal» es Hollywood, que «arroja una serie interminable de películas pervertidas para degradar y degenerar a la juventud de Europa» después de haber destruido con éxito la juventud de América (Estados Unidos) [7].

 

Concomitantemente, «una literatura depravada» promueve la «destrucción de los instintos individuales sanos, de la vida familiar y sexual normal, de la desintegración del organismo social en un montón de granos flotantes de arena humana».

 

El mensaje de Hollywood es la importancia total del individuo aislado, apátrida y sin raíces, fuera de la sociedad y la familia, cuya vida es la búsqueda del dinero y el placer erótico. Hollywood no predica el amor normal y saludable del hombre y la esposa unidos por muchos niños, sino un amor erótico por sí mismo enfermo, el amor sexual de dos granos de arena humana, superficial e impermanente. Ante este supremo valor proclamado por Hollywood, todo lo demás debe dejarse de lado: el matrimonio, el honor, el deber, el patriotismo, la dedicación total a un objetivo más elevado. Esta espantosa distorsión de la vida sexual ha creado la erotomanía que obsesiona a millones de víctimas en Estados Unidos y que ahora ha sido traída a la Madre Tierra de Europa por la invasión estadounidense [8].

 

Téngase en cuenta que Yockey estaba escribiendo esto en 1948, no hace un mes, ni siquiera hace una década. Ahora miramos hacia atrás en la época que Yockey describía tales problemas y consideramos que es un momento de inocencia y pureza en comparación con el nuestro. ¿Quién puede negar que este proceso de «degeneración social» se ha multiplicado más allá de la capacidad de cálculo?

 

Yockey también escribió sobre el surgimiento del «feminismo» en un momento en que ahora apenas reconoceríamos algo como «feminismo» en comparación con nuestros días:

El feminismo de Hollywood ha creado una mujer que ya no es una mujer, sino que es un hombre, y el hombre se ha desvinculado para volverse algo indeterminado. El nombre dado a este proceso es «la reestructuración» de la mujer y se hace en nombre de la «felicidad», la palabra mágica de la doctrina liberal-comunista-democrática. [9]

 

Yockey murió en vísperas de la década de 1960 con su «revolución cultural» fabricada. Sin embargo, seguramente habría considerado la liberación sexual, el feminismo y el uso de drogas de la contracultura no como una «revolución» contra el establecimiento estadounidense, sino simplemente como una fase de su búsqueda de la dominación mundial a través de la destrucción de la cultura y la moral tradicionales.

 

La guerra fría cultural

 

Los orígenes y la implementación de esta estrategia ahora se pueden rastrear históricamente con gran precisión. Las semillas de la década de 1960 se plantaron ya en 1949, al comienzo de la Guerra Fría, cuando Stalin dio los primeros indicios de que no continuaría su alianza de tiempos de guerra como un socio subordinado a un Estado mundial con sede en las Naciones Unidas.

 

La CIA, con fondos de los Rockefeller y similares, reunió a un grupo de viejos trotskistas, mencheviques y otros izquierdistas descontentos con el tosco «bolchevismo» eslavo de Stalin. El resultado fue el Congreso para la Libertad Cultural (CLC) bajo la dirección del profesor «menchevique de toda la vida», Sidney Hook (a quien el presidente Reagan le otorgaría la Medalla de la Libertad por los servicios a la hegemonía de los Estados Unidos), junto con su antiguo mentor, el Dr. John Dewey [10] y luminarias como Bertrand Russell (que una vez abogó por un ataque nuclear preventivo contra la URSS para garantizar la «paz mundial»), Stephen Spender y Arthur Koestler. Los «rebeldes contraculturales» reclutados por el establecimiento de los Estados Unidos al mismo tiempo incluían a Gloria Steinem [11] y Timothy Leary [12].

 

La conferencia fundadora del CLC se celebró en el Hotel Waldorf Astoria en 1949, como una provocación a una conferencia de paz patrocinada por los soviéticos en el Waldorf con el apoyo de varios literatos estadounidenses. El artículo de la CIA sobre esto dice:

 

Un puñado de escritores liberales y socialistas, dirigidos por el profesor de filosofía Sidney Hook, vieron su oportunidad de robar un poco de la publicidad esperada para la conferencia de paz Waldorf [pro-soviética]. Como feroz excomunista [debería leerse anti-estalinista], Hook estaba enseñando en la Universidad de Nueva York y editando una revista socialista llamada The New Leader. Diez años antes, él y su mentor John Dewey habían fundado un grupo controvertido llamado Comité para la Libertad Cultural, que atacó tanto al comunismo como al nazismo. Ahora organizaron un comité similar para hostigar la conferencia de paz en Waldorf-Astoria [13].

 

A través del CLC, la CIA pudo controlar gran parte de la vida cultural de Occidente durante la época de la Guerra Fría, y subvencionó revistas influyentes como Encounter [14].

 

Cuando el CLC se cerró después de la implosión del bloque soviético, se establecieron otras instituciones, esta vez bajo auspicios privados, incluida en particular la red de Soros [15] y el National Endowment for Democracy, esta última también en colaboración con neo-trotskistas [16], el gobierno de los Estados Unidos y los neoconservadores; tanto Soros como la NED trabajan en conjunto para crear revoluciones, al igual que las «revueltas juveniles» manipuladas de la década de 1960, para instalar regímenes dispuestos favorablemente a la globalización y la privatización, especialmente en el antiguo bloque soviético.

 

El frente cultural sigue siendo fundamental para la expansión de la hegemonía global estadounidense, ya que la difusión de la patología cultural es mucho más insidiosa e intrusiva que las bombas o incluso la deuda, ya que Yockey fue uno de los primeros en advertir esto, mientras que gran parte del resto de la «derecha» incluía los nazis estadounidenses de Rockwell se alinearon con el establecimiento de los Estados Unidos frente a la URSS y la hegemonía estadounidense.

 

Si bien Estados Unidos buscó exportar su letal «cultura» en forma del jazz y el expresionismo abstracto, por citar dos ejemplos principales, Stalin condenó el «cosmopolitismo desarraigado» y, por lo tanto, era plenamente consciente de las consecuencias de las exportaciones culturales de los Estados Unidos. De hecho, el «expresionismo abstracto» se convirtió en el «arte estatal» de facto del régimen estadounidense de los «distorsionadores culturales», así como el «realismo socialista» fue el arte estatal de jure de la URSS.

 

El expresionismo abstracto fue el primer movimiento artístico específicamente «americano». Jackson Pollock, su principal representante, fue patrocinada por el Congreso para la Libertad Cultural. Había trabajado en el Proyecto Federal de Artistas, 1938–42, junto con otros artistas izquierdistas, pintando murales bajo el régimen del New Deal de Roosevelt, o lo que Yockey llamó la segunda «Revolución de 1933» [17]. El expresionismo abstracto se convirtió en la principal estrategia artística ofensiva de la Guerra Fría contra el «realismo socialista» patrocinado por la URSS desde la época de Stalin. Como en muchas otras cosas, Stalin revirtió las tendencias bolcheviques originales en las artes, que habían sido experimentales y, como era de esperar del marxismo, antitradicionales [18]. Por otro lado, el realismo social, que había sido la forma de arte popular estadounidense hasta la década de 1930, fue desplazado a fines de la década de 1940 a medida que los críticos de arte y los ricos mecenas comenzaron a promover a los expresionistas abstractos [19].

 

Muchos de los teóricos, mecenas y practicantes del expresionismo abstracto eran trotskistas u otros izquierdistas anti-estalinistas, que se convertirían en los más fervorosos guerreros de la Guerra Fría. El arte modernista durante la Guerra Fría se convirtió en un factor de la revolución mundial de los Estados Unidos. En 1947, el Departamento de Estado de los EE. UU. organizó una exposición modernista llamada «El avance del arte estadounidense», destinada a Europa y América Latina, llegando hasta Praga [20].

 

Las dos personas que más hicieron para promover el expresionismo abstracto fueron el crítico de arte Clement Greenberg y el rico artista e historiador de arte Robert Motherwell [21], que fue muy vigoroso en la propaganda sobre el tema. Greenberg era un trotskista de Nueva York y un crítico de arte que trabajo durante mucho tiempo para The Partisan Review y The Nation. Primero llamó la atención del mundo del arte con su artículo en The Partisan Review «Vanguardia y Kitsch» en 1939 [22] en el que afirmó que el arte era un medio de propaganda y condenó el realismo socialista de los estalinistas de Rusia y el arte volkisch de la Alemania de Hitler [23].

 

Greenberg fue un entusiasta particular de Jackson Pollock, y en un ensayo de 1955 «American Type Painting» [24], elogió el expresionismo abstracto y sus defensores como la próxima etapa del modernismo. Greenberg consideró que después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se había convertido en el defensor del «arte de vanguardia», así como otros considerarían a Estados Unidos como el único vehículo y escenario genuino del socialismo mundial para una «revolución mundial», en oposición a la URSS.
Greenberg se convirtió en miembro fundador del Comité Americano para la Libertad Cultural (CALC) [25] y participó en la «formulación de políticas ejecutivas» [26]. Continuó su apoyo al CLC incluso después de que la exposición de 1966 del NY Times y Ramparts, al igual que el CLC y revistas como Encounter habían sido patrocinadas por la CIA. Como el típico buen trotskista, continuó trabajando para el Departamento de Estado de EE. UU. y el Departamento de Información de EE. UU [27].

 

Otra institución clave al servicio de esta distorsión cultural fue el Museo de Arte Moderno de la dinastía Rockefeller. John J. Whitney, anteriormente miembro de la Junta de Estrategia Psicológica del Gobierno de los EE. UU., era un administrador del Museo y apoyó a Pollock y otros modernistas [28].

 

Téngase en cuenta esta conexión con la guerra psicológica. William Burden, quien se unió al museo como presidente de su Comité Asesor en 1940, trabajó con el Departamento Latinoamericano de Nelson Rockefeller durante la guerra. Burden había sido presidente de la Fundación Farfield de la CIA, que canalizó fondos a diversos frentes y servidores; y en 1947 fue nombrado presidente del Comité de Colecciones del Museos, y en 1956 como presidente del MAM [29]. Otros fideicomisarios corporativos del MAM fueron William Paley del CBS y Henry Luce de Time-Life Inc., quienes fueron asistentes de la CIA [30]. Joseph Reed, Gardner Cowles, Junkie Fleischmann y Cass Canfield fueron simultáneamente fideicomisarios del MAM y de la Fundación Farfield de la CIA. Hubo muchas otras conexiones entre la CIA y el museo, incluida la de Tom Braden, quien había sido secretario ejecutivo del museo hasta 1947-1949 antes de unirse a la CIA [31].

 

En 1952, el MAM lanzó su revolución mundial del expresionismo abstracto a través del Programa Internacional que tenía una subvención anual de cinco años de $ 125,000 del Fondo Rockefeller Brothers, bajo la dirección de Porter McCray, quien también había trabajado con el Departamento Latinoamericano de Nelson, y en 1950 como un agregado de la sección cultural del Servicio Exterior de los Estados Unidos [32]. Russell Lynes, al escribir sobre este período, declaró que el MAM ahora tenía al mundo entero para «hacer proselitismo» con lo que llamó «la religión exportable» del expresionismo abstracto [33].

 

Notas:

 

[1] Aldous Huxley, Brave New World (LondonChatto & Windus, 1969).

[2] Aldous Huxley, Brave New World Revisited (Britain: Harper and Row, 1958), 26–27.

[3] Brave New World Revisited, 27.

[4] Brave New World Revisited, ch. 8, “Chemical Persuasion.”

[5] Brave New World Revisited.

[6] Brave New World, ch. 5.

[7] Yockey, “Social Degeneration,” Proclamation of London, 14.

[8] Proclamation of London

[9] Proclamation of London, 14–15.

[10] Hook y Dewey habían establecido en 1937 una llamada comisión de investigación para investigar los juicios de Moscú contra los trotskistas, con el objetivo de blanquear a Trotsky bajo la apariencia de una investigación judicial neutral. Sin embargo, uno de los comisionados, Carleton Beals, uno de los integrantes del grupo que fue con Dewey y los demás a México para interrogar a Trotsky, renunció con disgusto y calificó la investigación como «una fiesta de té rosado con Trotsky». C. Beals, “The Fewer Outsiders the Better: The Pink Tea Party Trials,” Saturday Evening Post, June 12, 1937.

[11] Sobre Steinem y la manipulación de la CIA de la Asociación Nacional de Estudiantes, ver Tom Hayden, Reunion: A Memoir (London: Hamish Hamilton, 1989), 36–39. Gloria Steinem, la feminista original, fue una creación del gobierno.

 

[12] Leary era el lacayo perfecto de la CIA / Gobierno, un portavoz de la generación psicodélica inventada por el Sistema. El periodista Mark Riebling planteó la pregunta: “Was the Sixties rebellion a Government Plot?” en Mark Riebling, “Tinker, Tailor, Stoner, Spy: Was Timothy Leary a CIA Agent? Was JFK the ‘Manchurian Candidate’? Was the Sixties Revolution Really a Government Plot?,” http://home.dti.net/lawserv/leary.html

[13] Central Intelligence Agency, “Cultural Cold War: Origins of the Congress for Cultural Freedom, 1949–50.

[14] Frances Stonor Saunders, The Cultural Cold War: The CIA and the World of Arts and Letters (New York: The New Press, 1999).

[15] Las redes de Soros apoyan la legalización de narcóticos y la promoción del feminismo, incluido la liberalización del aborto en Estados que mantienen algún vestigio de la tradición y, por lo tanto, representan un obstáculo para la globalización. El antiguo bloque soviético es un objetivo particular para la subversión de Soros. Uno de esos frentes de Soros es la Drug Alliance Alliance Network, que incluye luminarias del Establecimiento como George Schultz, Paul Volcker, Vaclav Havel y el propio Soros. Drug Policy Alliance Network, About DPA Network, http://www.drugpolicy.org/about/

[16] La Fundación Nacional para la Democracia  (Nationdal Endowment for Democracy) fue una creación del trotskista Tom Kahn. Ver más abajo.

[17] Yockey, “The American Revolution of 1933,” Imperium, 492–501.

[18] Ver el lamento sobre esto en el libro de Trotsky La revolución traicionada.

[19] K. R. Bolton, “The Art of ‘Rootless Cosmopolitanism’: America’s Offensive Against Civilisation,” in The Radical Tradition: Philosophy, Metapolitics & Revolution in the Twenty-First Century, ed. Troy Southgate (New Zealand: Primordial Traditions, forthcoming).

[20] The Cultural Cold War, 256.

[21] “Motherwell was a member of the American Committee for Cultural Freedom,” la rama estadounidense del Congreso para la Libertad Cultural, como lo fue Jackson Pollock (The Cultural Cold War, 276). Tanto los editores de Partisan Review Philip Rahv como William Phillips se convirtieron en miembros del comité estadounidense del CLC (The Cultural Cold War, 158).

[22] Clement Greenberg,. “Avant-Garde and Kitsch,” Partisan Review 6, no. 5 (1939): 34–49. El ensayo puede leerse aquí: http://www.sharecom.ca/greenberg/kitsch.html

[23] Bolton, “The Art of ‘Rootless Cosmopolitanism.’”

[24] Clement Greenberg, “American Type Painting,” Partisan Review, Spring 1955.

[25] John O’Brien, “Introduction,” The Collected Essays and Criticism of Clement Greenberg (Chicago: University of Chicago Press, 1993), vol. 3, xxvii.

[26] The Collected Essays and Criticism of Clement Greenberg, vol. 3, xxviii.

[27] The Collected Essays and Criticism of Clement Greenberg, vol. 3, xxviii.

[28] The Cultural Cold War, 263.

[29] The Cultural Cold War, 263.

[30] The Cultural Cold War, 262. Luce’s Life magazine featured Jackson Pollock in its August 1949 issue, making Pollock a household name (The Cultural Cold War, 267).

[31] The Cultural Cold War, 263.

[32] The Cultural Cold War, 267.

[33] Russell Lynes, Good Old Modern Art: An Intimidate Portrait of the Museum of Modern Art (New York: Atheneum, 1973), citado por Saunders, The Cultural Cold War, 267.

La respuesta corporativista

Guild Workers

Por Kerry Bolton

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

 

Cuando un estado desciende al caos y a la bancarrota, a menudo tanto del tipo económico como moral, puede haber una reacción de las partes sanas restantes del pueblo para promover una regeneración. Oswald Spengler se refirió en La decadencia de Occidente a esta época como el retorno del «cesarismo» y el derrocamiento de la plutocracia. Si bien es una reacción, es revolucionaria, porque el estado de descomposición está tan avanzado que se requiere un cambio radical, no solo en las estructuras, sino en la psicología de las personas. Es literalmente una «revolución»; en la medida en que busca un retorno a los orígenes.

 

En la época de decadencia de la civilización occidental, que ha estado avanzando a través de transformaciones como la Reforma, incluida la de Enrique VIII, la «Revolución Gloriosa», la Revolución Cromwelliana, la Revolución Jacobina, la Revolución Industrial, la Revolución Americana y las revoluciones de 1848; cada paso minó aún más el orden social y allanó el camino, generalmente en nombre del «pueblo», para un aumento en la influencia de los intereses comerciales, hasta que se alcanza la etapa de la plutocracia (el dominio del dinero) Sigue leyendo

¿ERA EL BOLSHEVISMO UN PRODUCTO DEL MESIANISMO RUSO TRADICIONAL?

Por Kerry Bolton

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

 

Con el centenario de la Revolución Bolchevique en octubre de 1917, Rusia sigue siendo en gran medida el producto de ese legado. Pero ¿qué es el bolchevismo mismo? El bolchevismo desató fuerzas en conflicto. Este artículo sostiene que la facción más exitosa no fue la del marxismo ortodoxo, sino que fue moldeada por la «Rusia eterna», y se transformó en algo muy alejado del marxismo, como Trotsky y muchos otros marxistas se han lamentado. En este artículo, el bolchevismo es reexaminado como producto de una larga tradición, centrándonos en las opiniones del disidente ruso Mikhail Agursky.

 

Rusia se encontraba en una encrucijada a finales del siglo XIX, cuando comenzaba a industrializarse y a «modernizarse». El sistema político no era capaz de mantenerse a la par de esas demandas. Las representaciones del zarismo como una tiranía que brutalizaba a su gente es un mito, que emana de la propaganda bien financiada de los Estados Unidos, cortesía del banquero de Nueva York Jacob Schiff y su periodista remunerado George Kennan [1]. Se logró mucho bajo el zarismo en términos del bienestar de los trabajadores y campesinos, pero fuera de los intereses industriales y financieros y los disturbios internos no permitían una transición pacífica y gradual. Los agentes del Alto Mando alemán, la inteligencia militar británica y los financistas de Wall Street se apresuraron a abalanzarse sobre Rusia en su momento de caos, cada uno con el deseo de imponer su voluntad sobre sus vastas tierras, pueblos y recursos. [2] Las revoluciones que ocurrieron en febrero y octubre de 1917 tuvieron en su interior varias corrientes rivales que a veces convergieron. Con la eliminación del antiguo régimen, se produjo una década de lucha dentro del bolchevismo entre lo que luego se denominó el «cosmopolitismo sin raíces» y el mesianismo ruso: el primero bajo Trotsky, el segundo bajo Stalin. La facción rusa ganó, y su importancia sigue siendo un factor central en la política mundial. Sin embargo, lo que a menudo se pasa por alto o se oculta deliberadamente es que, si bien Stalin es acusado de «traicionar a la revolución» con su «socialismo en un país», Lenin inició este curso.


Bolchevismo contra comunismo  

 

Desde el principio hubo una amplia percepción entre el pueblo ruso que diferenciaba entre el comunismo como una importación extranjera y el bolchevismo como una manifestación rusa. Trotsky y Zinoviev se identificaron con el primero, Lenin con el segundo. [3] Fue una dicotomía que culminaría con la expulsión de los trotskistas, y bajo Stalin se reafirmaría el camino nacional e imperial leninista. Durante el levantamiento de los marineros en Kronstadt en 1921 contra el gobierno soviético, los sentimientos estaban dirigidos contra Trotsky y Zinoviev, no contra Lenin [4]. Trotsky es recordado como el «carnicero de Kronstadt».

 

La rivalidad entre el socialismo alemán-judío y ruso se remonta a los días de Karl Marx y la Primera Internacional. Este faccionalismo, a pesar del alardeado “internacionalismo” de los socialistas, terminó justificando las fronteras nacionales. Marx y Engels mantuvieron la tradicional animosidad alemana hacia los eslavos, mientras que el anarquista Mijaíl Bakunin y otros socialistas rusos eran pan-eslavos. Este paneslavismo y antagonismo entre el socialismo ruso y alemán tuvo un impacto primario en el bolchevismo y el desarrollo de la URSS, donde el bolchevismo llegó a ser visto incluso por los defensores del antiguo régimen como la única opción para la liberación del capital extranjero, la influencia política alemana y el liberalismo occidental.

 

Alemania contendió con Rusia para ser el centro mundial del socialismo. Para la facción del bolchevismo que triunfó en Rusia, se trataba de una continuación de la perspectiva mesiánica de Rusia, no menos que el misticismo de la ortodoxia cristiana rusa que considera que Rusia tiene la misión de rehacer a la humanidad. Lo que antes se llamaba Nacional Bolchevismo se desarrolló como una parte intrínseca del socialismo ruso. Agursky sostuvo que la teoría marxista era un «camuflaje histórico» para «procesos históricos y geopolíticos más profundos» [5].

 

La rusofobia de Marx
Agursky se refiere al elogio de Lenin en 1912 a Alexander Herzen como el fundador del socialismo ruso. Herzen había estado en conflicto con Marx y Engels. [6] El elogio de Lenin a Herzen fue, por lo tanto, ideológicamente significativo. Lenin concluyó enfatizando el carácter ruso del pensamiento de Herzen: «Herzen fue el primero en levantar la gran bandera de la lucha al dirigir su libre palabra a las masas rusas» [7]. Esto está muy lejos de la actitud de Marx, cuando le escribió a Engels que no quería encontrarse con Herzen, «no siendo de la opinión de que la vieja Europa debería ser rejuvenecida con sangre rusa» [8]. Lenin se enfocó en repudiar el liberalismo que, como muestra Agursky, era una antipatía que luego proporcionó un terreno común entre los bolcheviques y aquellos que al principio habían reaccionado contra el bolchevismo, incluidos los ex-oficiales zaristas y emigrados. Es esta antipatía común hacia el liberalismo y el deseo de los bolcheviques de hacer de Rusia el centro de una nueva humanidad, como lo hace el cristianismo ortodoxo, lo que permitió la reconciliación con el nuevo régimen. Muchos regresaron a Rusia para hacerse prominentes en la cultura soviética en particular. Por el contrario, los internacionalistas marxistas, que luego fueron llamados «cosmopolitas sin raíces» por Stalin, aquellos como Trotsky y Zinoviev (jefe de la desgraciada Comintern) fueron purgados en un proceso de lo que Agursky llama «nacionalización», iniciado por Lenin.

 

El teórico trotskista Cyril Smith [9] sostiene que el socialismo ruso no tuvo nada que ver con Marx, que estaba marcado por el antieslavismo de un chovinista alemán. Esta rivalidad entre el socialismo alemán y ruso por la supremacía fue importante en el desarrollo del bolchevismo.

 

Smith escribe:

 

“Rusia, inevitablemente, se hizo grande en este relato del desarrollo del marxismo, por lo que es importante aclarar la relación del propio Marx con los orígenes del «marxismo» en ese país. Como es bien sabido, la hostilidad de Marx y Engels hacia Rusia en su trabajo político anterior fue tan profunda que a veces se acercó al racismo antieslavo… Marx detestaba a aquellos, como A. I. Herzen (1812-1870) y M. A. Bakunin (1814-1876), quienes argumentaban que había un camino nacional ruso específico hacia el socialismo, que surgía de algunas cualidades especiales del «espíritu ruso». Cuando las ideas socialistas se desarrollaron en Rusia, no tenían nada que ver con Marx…” [10].

 

Agursky declaró que en 1917 Rusia se había visto fuertemente influenciada por una burocracia y una inversión del capital extranjero por parte de Alemania. El bolchevismo fue una revuelta contra las influencias extranjeras. La revolución fue una liberación nacional, no una revolución internacional inspirada por un eslavofóbico judío alemán. Marx y Engels, tanto como cualquier otro xenófobo alemán, consideraban una invasión rusa de Europa con temor, como el fin de la civilización. La «Rusia atrasada», afirmó Marx, debe ser civilizada por Occidente, es decir, debe pasar por la fase del capitalismo, antes de alcanzar el socialismo [11]. La necesidad de una fase capitalista en el desarrollo de una nación es una parte esencial de la dialéctica histórica marxista, y por lo tanto la esclavitud y el colonialismo fueron históricamente justificados por el marxismo, aunque ya no es conveniente que la izquierda lo diga. Durante la guerra de Crimea, la rusofobia de Marx y Engels se volvió particularmente vehemente [12].

 

La misión de Rusia

 

Por el contrario, los rusos consideraron que tenían la misión de vencer y revivir al Oeste decrépito y decadente con el vigor ruso. Los bolcheviques eran herederos de esta misión mesiánica que había sido proclamada por Dostoievski y otros. Dostoievski vio a los socialistas rusos convertirse en los «más fervientes … campeones … del espíritu ruso » [13]. Que emprendieran esta misión en nombre del bolchevismo en lugar de la ortodoxia cristiana fue una cuestión de nombre sin importancia. Este mesianismo ruso-eslavo había sido defendido por Herzen, afirmando que los rusos seguían siendo una raza joven y saludable [14].

 

Tal mesianismo, heredado por el socialismo ruso, y llevado a cabo por el bolchevismo, permitió una convergencia incluso con el misticismo y el gnosticismo más extendido. La dicotomía dualista del gnosticismo se tradujo fácilmente en la dicotomía dualista del bolchevismo. Las creencias apocalípticas gnósticas y sectarias de que el mundo era corrupto se tradujeron en la revolución. Agursky afirma que «las sectas místicas rusas jugaron un papel extremadamente importante en la revolución bolchevique» [15].

 

La URSS siempre se refirió al «Occidente decadente» como lo hizo el historiador conservador Oswald Spengler. Es notable que La decadencia de Occidente de Spengler fuera un éxito de ventas en la Rusia soviética ya en 1923, cuando fue traducido [16].

 

Herzen, como padre del socialismo ruso, vio que Rusia tenía la misión de liderar la revolución universal para renovar la humanidad. El marxismo alemán seguía comprometido con la supremacía de la Patria. Por lo tanto, los socialdemócratas alemanes se encontraban entre los partidarios más entusiastas del militarismo durante la Primera Guerra Mundial. La principal preocupación de Lenin al tratar con Alemania era garantizar que no se produjera una revolución socialista allí. Los comunistas alemanes, por su parte, albergaban la rusofobia de Marx y Engels. Liebknecht, líder del partido socialdemócrata alemán, escribió «¿Debe Europa convertirse en un lugar de cosacos?» donde Rusia aparecía como semi-bárbara y una amenaza para la libertad europea y especialmente la alemana. Esta rusofobia fue continuada por su sucesor, Bebel. Durante la década de 1880, Bebel afirmó la rusofobia del partido, alentada por Engels, quien exigía un ejército alemán poderoso [17].

 

El bolchevismo

 

El carácter de Rusia como una superpotencia intrínseca configura la forma en que el jefe de Rusia desarrollará su régimen, a menos que uno sea como Yeltsin, por ejemplo, atípicamente interesado en integrar a Rusia en una llamada «comunidad mundial», política, económica y culturalmente la corta duración indica la profundidad de la tradición rusa. El bolchevismo de Lenin se convirtió en nacionalista y geopolítico, y las nociones de revolución mundial expresadas por los partidos comunistas extranjeros [18] fueron puestas al servicio de la política exterior rusa. Aquellos que no podían servir como tal fueron hundidos, y esto incluye en particular a los comunistas alemanes y al Comintern. Desde el conflicto entre Marx y Herzen, Agursky afirma que el «patrimonio nacional del socialismo ruso fue absorbido por Lenin en su totalidad, aunque transformado y sintetizado» [19].

 

El bolchevismo despreciaba el liberalismo, personificado por los demócratas constitucionales o el partido Kadets. Después del triunfo del bolchevismo, muchos incluso entre los oficiales zaristas y emigrados se reconciliaron con el bolchevismo debido a la creación de un Estado ruso centralizado y fuerte. Agursky muestra que este apoyo de la derecha y los ex-zaristas al bolchevismo fue sincero y por principios más que algo oportunista.

 

La Okhrana, la policía secreta rusa, había mantenido contactos con los bolcheviques, considerándolos preferibles a los mencheviques, a los socialistas revolucionarios y a los kadetes. El editor del órgano bolchevique, Pravda, era un agente de la Okhrana. El terreno común entre los bolcheviques y Okhrana era su oposición al liberalismo, con el cual los mencheviques estaban alineados. Los bolcheviques, con su oposición a los alemanes y otros marxistas occidentales, fueron considerados por la Okhrana como compañeros patriotas rusos [20]. En comparación con estas facciones, Lenin y otros líderes bolcheviques, cuando eran procesados ​​fueron tratados favorablemente [21].
En lo que Agursky llama «los constructores de Dios» entre los bolcheviques, Maxim Gorky, un socialista ruso a la manera de Herzen, y un personaje central en la cultura y la ideología soviéticas, se refiere a «Dios [siendo] resucitado por el alma colectiva de Rusia expresada como una sola voluntad popular” [22]. Incluso consideró a los “Centenas Negras”, un movimiento de masas antisemita de la ultraderecha entre campesinos y trabajadores, como un núcleo para la revolución. Muchos de ellos pasaron al bolchevismo, una vez más gracias a la oposición al liberalismo y al capitalismo como factor común [23]. Lenin y Stalin declararon que el liberalismo y el partido Kadet eran el enemigo, no los «Centenas Negras» [24]. Lenin, Stalin, Kamenev y Rykov, en el momento de la Revolución de Febrero, hablaron de una revolución nacional, y Stalin se refirió expresamente al pueblo ruso como el «único aliado verdadero» de un «ejército revolucionario ruso» [25]. Agursky declaró que los mayores aliados de los bolcheviques eran «la derecha radical», «lo que hizo posible la revolución bolchevique» [26]. Los «Centenas Negras» siempre fueron anticapitalistas. El bolchevismo para muchos rusos parecía preferible a los mencheviques fuertemente judíos y los revolucionarios socialistas, y una «dictadura del proletariado» era preferible al liberalismo de los kadetes [27].

 

Lunatcharsky, primer comisario soviético para la educación, y un hombre de cultura que se aseguró de que la herencia rusa no fuera devastada por los celosos marxistas y nihilistas, fue otro destacado «constructor de Dios» [28]. Lunatcharsky ya en 1907 consideraba el bolchevismo como la influencia restrictiva sobre la destrucción revolucionaria [29]. En 1928 citó la Biblia en la celebración del centésimo aniversario de Tolstoi, afirmando que la Biblia defendía el derecho del campesinado contra el capitalismo [30].

 

Lenin – un patriota ruso
El propio Lenin fue inequívoco al explicar que la revolución bolchevique tenía que redimir a Rusia a nivel nacional de la degeneración, y escribió durante la Primera Guerra Mundial que los «grandes proletarios rusos» aman su idioma y su país. Las «grandes masas rusas» llevarían al mundo a una nueva humanidad. Los trabajadores revolucionarios querían una «Gran Rusia libre, independiente y orgullosa» [31]. Vio a Rusia como una potencia mundial, no como el centro de una revolución marxista mundial. Lenin escribió que Rusia dejó de ser «miserable e impotente», para volverse «poderosa y abundante». La revolución había desatado los latentes «poderes creativos del pueblo… para construir una Rusia verdaderamente poderosa y abundante» [32]. El patriotismo, lejos de ser un sentimiento burgués para dividir a la clase trabajadora, fue, escribió Lenin en Pravda en 1918, un sentimiento «profundamente arraigado», y las «patrias» eran producto de milenios de desarrollo. La aparente traición del patriotismo por parte del Armisticio con Alemania, el Tratado de Brest-Litovsk, fue desafortunada pero necesaria, y no indicaba una salida del bolchevismo del patriotismo. Lenin declaró inequívocamente que la revolución socialista debería verse como una táctica para mantener la «independencia y libertad» de Rusia [33].

 

En 1919, Stalin repitió el principio leninista, que se convertiría en la premisa estalinista, de que el gobierno soviético es un verdadero «gobierno nacional», que libera a Rusia del «imperialismo mundial» [34]; la globalización de hoy. Stalin, como Spengler, Jung, Fichte o el ruso Berdyaev, escribió acerca del alma popular y de los estadounidenses como un pueblo con un «alma industrial-comercial», al tiempo que expresaba la tradición mesiánica del sacrificado y mártir pueblo ruso como el salvador del mundo [35].

 

La convergencia con la derecha
Agursky describe el bolchevismo como un triunfo de la voluntad popular, en la tradición del populismo ruso. Lenin y otros líderes bolcheviques fueron llevados por él. El bolchevismo se convirtió en una revuelta populista contra las influencias extranjeras en lo económico, político y cultural. El poeta Riurik Ivnev elogió la Revolución como un resultado mesiánico: «Dostoievski me enseñó a comprender mi Rusia» [36]. Los literatos de Rusia repasaron el bolchevismo, viéndolo en términos mesiánicos, místicos e incluso cristianos. Esta tendencia produjo dos colecciones de poesía en 1917 y 1918; Skify («escitas»). El editor fue Ivanov-Razumnik, quien consideraba la revolución como genuinamente «rusa», no «extranjera» o marxista. Estos eslavófilos pro-bolcheviques creían que Rusia era la nueva escita que purgaría el mundo de la decadencia. Alexander Blok vio a Rusia de esta manera, declarando que el «viejo mundo» perecería ante los nuevos escitas. Andre Bely, una influencia importante y duradera en la cultura soviética, antroposofista y amigo de Rudolf Steiner, vio el bolchevismo en términos místicos y cristianos, escribiendo que «Rusia era el Dios, que derrota a la serpiente», crucificado y resucitado [37]. Lunatcharsky vio al ruso en términos de Dostoievski como el libertador mundial mesiánico [38].

 

Entre los primeros de la derecha en alabar el bolchevismo estaba Vasily Sulgin, quien fue, antes de la revolución, vicepresidente de la conservadora Unión Nacional Rusa. Él veía al Ejército Rojo como un vigorizado ejército ruso. Previó el surgimiento de un líder que sería energizado por el bolchevismo y motivado por el nacionalismo [39].

 

El novelista y poeta Ieronim Yaskinsky, un nacionalista, consideraba a los bolcheviques profundamente arraigados en Rusia, que se convertían en héroes rusos fuertes. Se convirtió en una figura literaria soviética.

 

El nacionalista de derecha, el profesor Nicholai Ustrialov, miembro de la Universidad de Moscú, que apoyó el reducto antibolchevique del almirante Kolchak en el Lejano Oriente ruso, después de 1920 comenzó a abogar por el Nacional Bolchevismo. Previó el bolchevismo como un movimiento hacia el nacionalismo [40]. Era un hegeliano que veía la historia desarrollarse dialécticamente [41]. Al igual que otros nacionalistas de derecha que se adhirieron al bolchevismo, Ustrialov vio que el Estado soviético había eliminado la podredumbre del liberalismo. La destrucción provocada por el bolchevismo era un purgante histórico necesario que resucitaría a Rusia. Los lemas sobre el internacionalismo sirvieron a los intereses nacionales e imperiales rusos [42]. En Harbin, China, donde él y otros emigrados rusos se establecieron, se convirtió en el centro de la intelectualidad Nacional Bolchevique. Entre los autodeclarados partidarios del Nacional Bolchevismo se encontraba Vladimir L’vov, quien había sido procurador del Sínodo ruso [43]. Muchos regresaron a Rusia y desempeñaron un papel influyente, especialmente en la cultura de la URSS [44].

 

El legado de Lenin

 

Agurksy afirma que el «socialismo de Stalin en un solo país» no fue una innovación; había sido incluso antes de 1917 una influencia importante en el bolchevismo. Para «la mayoría de los bolcheviques» el objetivo no era la revolución mundial, sino la revolución dominada por Rusia; el anhelo mesiánico de Moscú como la «Tercera Roma» que reestructura la humanidad a imagen de los rusos [45]. La cuestión se resolvió con las Grandes Purgas de la década de 1930. El Comintern fue cerrado, los comunistas extranjeros, especialmente los comunistas alemanes, fueron hundidos, y la mayoría del comité central del partido alemán que huyó de Hitler, fueron ejecutados en la URSS [46].

 

Quizás el movimiento más simbólico fue la restauración de la Iglesia Ortodoxa bajo Stalin, cuyo compromiso con el «ateísmo sin Dios» es dudoso, en la medida en que hoy se lo representa como un santo en los iconos ortodoxos y en las publicaciones de las Iglesias. Su legado permanece. El Partido Comunista de la Federación Rusa, liderado por Ziuganov, que mantiene un papel importante en la política, con una orientación nacional bolchevique, pidió a la Iglesia que canonizara a Stalin en 2008 [47]. En 2014, el Monasterio de la Trinidad Lavra de San Sergio en Moscú, un centro de la ortodoxia, publicó un calendario que conmemoraba la vida de Stalin, comenzando desde sus días como estudiante del seminario. Mikhail Babkin, un destacado historiador ruso especializado en estudios de la Iglesia Ortodoxa Rusa, comentó que «el vínculo entre el Patriarcado de Moscú de la Iglesia Ortodoxa Rusa y Stalin sigue siendo cercano a lo sagrado» [48].

 

Incluso muchos ex-partidarios del Zar llegaron a consideraron el Apocalipsis de la Revolución que descendió sobre Rusia como dialécticamente una necesidad histórica, y que era el precursor de un nuevo comienzo. Rusia se había estancado y se estaba convirtiendo en una colonia de extranjeros en lo económico, político y cultural. Ella necesitaba una cirugía drástica. Las reformas eran insuficientes, mucho menos el liberalismo occidental. Sigue habiendo una fuerte corriente de opinión entre los comunistas de Ziuganov, los eurasianistas y otros partidos de la derecha y la izquierda rusas, que creen que sin el bolchevismo Rusia se habría hundido en un atolladero de decadencia; que a partir de los horrendos dolores de parto de la revolución y la guerra civil, Rusia renació y se restableció a las posibilidades del destino anunciado por Dostoievski y otras figuras religiosas y literarias con inclinación mística y mesiánica a lo largo de los siglos. Es una corriente que continúa existiendo en círculos influyentes, y ha persistido en Rusia, ya sea bajo el zarismo, el bolchevismo o el putinismo.

 

Notas:

 

[1] K. R. Bolton, Revolution from Above (London: Arktos Media Ltd., 2011), 57-65.

[2] Bolton, ibid. Also see Dr. Richard Spence’s Wall Street and the Russian Revolution 1905-1925 (Walterville, Oregon: Trine Day, 2017).

[3] Mikhail Agursky, The Third Rome: National Bolshevism in the USSR (London: Westview Press, 1987), 233. El Dr. Agursky fue asesor de la industria militar soviética, se convirtió en un disidente que emigró a Israel y siguió una carrera académica. Su padre, Salomón, había sido líder de la sección judía del partido bolchevique y el historiador oficial del partido. El libro de Agursky es una lectura esencial para comprender el desarrollo de la URSS.

[4] Agursky, ibid., 234.

[5] Ibid., xiii.

[6] Ibid., xiii.

[7] V. I. Lenin, “In Memory of Herzen,” Sotsial-Demokrat No. 26, 8 May 1912; https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1912/may/08c.htm

[8] Agursky, 21.

[9] John Plant, “Marking the Death of Cyril Smith,” https://www.marxists.org/reference/archive/smith-cyril/obituary.htm

[10] Cryil Smith, “Marx at the Millennium” (1998) https://www.marxists.org/reference/archive/smith-cyril/works/millenni/smith2a.htm

[11] Agursky, 17.

[12] Ibid., 18-19. See: Karl Marx and Frederick Engels, The Russian Menace to Europe, edited by Paul Blackstock and Bert Hoselitz (London: George Allen and Unwin, 1953).

[13] Dostoyevsky, Diary of a Writer, quoted by Agursky, 55.

[14] Agursky, 11.

[15] Ibid., 61.

[16] Ibid., 229.

[17] Ibid., 62-63, 65.

[18] Ibid., 72.

[19] Ibid., 73.

[20] Ibid., 105.

[21] Ibid., 102.

[22] M. Gorky, Ispoved (“Confession,” 1907), cited by Agursky, 88.

[23] Agursky, 116-117.

[24] Ibid., 118.

[25] J. Stalin, Works, cited by Agursky, 150.

[26] Ibid., 151.

[27] Ibid., 152.

[28] Ibid., 88.

[29] Ibid., 92.

[30] “Lunatcharsky Takes Bible as Tolstoy Celebration Text,” Jewish Telegraphic Agency, 13 September 1928.

[31] V. I. Lenin, Collected Works, quoted by Agursky, 144.

[32] Ibid., quoted by Agurksy, 193.

[33] Ibid., quoted by Agursky, 204.

[34] Agursky, 205.

[35] Ibid., 207.

[36] R. Ivnev, “Rossia,” 1922.

[37] A. Bely, Kristos voskrese, 1923.

[38] Lunatcharsky, cited by Agursky 206.

[39] Ibid., 238-239.

[40] Ibid., 240.

[41] Ibid., 243.

[42] Ibid., 245.

[43] Ibid., 247-251.

[44] Ibid., 257.

[45] Ibid., 306.

[46] K. R. Bolton, Stalin: The Enduring Legacy (London: Black House Publishing, 2012), 6-9.

[47] Adrian Blomfield, “Could Joseph Stalin Be Made a Saint?,” The Telegraph, 22 July 2008; www.telegraph.co.uk/news/worldnews/europe/russia/2445683/Could-Josef-Stalin-be-made-a-saint.html

[48] “Russian Orthodox Church Slammed for Stalin Calendar,” Radio Free Europe, 8 January, 2014; www.rferl.org/a/russia-stalin-calendar/25224022.html

 

Kerry Bolton – La Falacia del Progreso

 El ensayista neozelandés Kerry Bolton publicó en Octubre de 2018 el siguiente artículo en el sitio counter-currents.com, de donde lo hemos traducido, en el cual se refiere a la corriente intelectual denominada «progresismo», hija a su vez del positivismo, que por creer en un desarrollo lineal evolutivamente mejorador, va menospreciando la experiencia, el saber y la vida imaginativa de los antiguos y antepasados, y calificando aquello globalmente con despectivos epítetos, a la vez que circunscribe al hombre cada vez más a una realidad económica, al no poder ya enfocarse en realidades de otro tipo o en otras dimensiones de la realidad.

La FALACIA del PROGRESO

por Kerry Bolton

25 de Octubre de 2018

 

     Las obsesiones de los «progresistas» por el cambio no consideran las consecuencias. El cambio es exigido por una manía o por un slogan«igualdad»«democracia»«derechos reproductivos»… Incluso una palabra de precaución es condenada como «reaccionaria»«pasada de moda» o «fascista». Las tradiciones, las costumbres y las creencias son consideradas tan transitorias como la planificada caída en desuso de los computadores. La suposición de los «positivistas» es que la Historia es una línea recta de «progreso» desde lo «primitivo» a lo «moderno», y que si algo o alguien se interpone en ese camino, constituye lo que Marx, en el Manifiesto Comunista, condenó vehementemente como «reaccionario». Sigue leyendo

Soberanía financiera como requisito previo para la soberanía política y la regeneración cultural

Por Kerry Bolton* – A menos que un Estado-nación tenga el control sobre su propio sistema bancario y financiero, hablar de soberanía nacional, tanto por parte de algún movimiento como por el gobierno, es algo vacío. Aunque el sector bancario hoy es algo evitado por muchos movimientos y pensadores como si se tratase de un tema fuera del dominio de preocupaciones, tanto por la izquierda como por la derecha. De hecho, la izquierda rara vez toca el asunto y sigue negándose a hacerlo, contentándose con lemas banales sobre los impuestos y la nacionalización de propiedades. Como el movimiento socialista ha demostrado, la nacionalización significa poco, y a menudo nada, en lo que respecta a garantizar la soberanía financiera y, consecuentemente, la política. Con frecuencia el llamado “banco estatal”, como el Banco de la Reserva de Nueva Zelanda o el Banco de Inglaterra, y muchos otros, dan la apariencia de soberanía financiera. En realidad no significan nada de eso. Un banco estatal como esos que son comunes, hace mucho tiempo, en las social-democracias, sirve meramente como medio por el cual el Estado pide prestado al sector privado y, normalmente, a los sectores financieros internacionales. Sigue leyendo

“Guerra perpetua para la paz perpetua”: la dialéctica geopolítica de los EEUU

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Por Kerry Bolton – George Orwell, en su novela distópica 1984 se refiere a una de las consignas del régimen en el poder como “la guerra es la paz” [1]. El erudito revisionista Dr. Charles Beard escribió que “la guerra perpetua para la paz perpetua” es un fundamento de la política exterior estadounidense, y Gore Vidal escribió un libro del mismo nombre [2]. Vidal quería examinar las acciones “terroristas” contra los EEUU de una manera más profunda que las nociones simplistas mecánicamente repetidas por los medios de comunicación, incluso cuando un veterano estadounidense, Timothy McVeigh, fue inducido a actuar contra su propio país. Vidal preguntó: “¿por qué?” [3]. Sigue leyendo

La Inversión de la Jerarquía y la Sumisión a la Materia

 En el Nº 49 de la revista The Esoteric Quarterly (2011) apareció publicado el siguiente ensayo del prolífico escritor neozelandés Kerry Bolton que presentamos traducido. El título de este trabajo es explícito en cuanto al tema de que trata, y lo plantea en términos de una contraposición entre sociedades así llamadas «tradicionalistas» y las modernas y actuales, donde antiguas jerarquizaciones han sido trastornadas y reinan con impunidad gentes que antaño fueron inmensamente despreciadas por anti-naturales o anti-cósmicas. Pero no se trata, sin embargo, de un discurso etéreo e idealista, puesto que los efectos de dicha revolución pueden ser constatados por cualquiera con sentido crítico que vea cómo dicho proceso de malversación se sigue profundizando.

La Inversión de la Jerarquía y la Sumisión a la Materia

por Kerry R. Bolton, 2011

 

     «El comerciante estaba colocado en la más baja categoría de las vocaciones: el caballero, el labrador de la tierra, el artesano, y el comerciante» (Inazo Nitobe, Bushido).

Resumen

     Las culturas tradicionales están fundadas en una compleja jerarquía espiritual y social que relega al comerciante y al acumulador de dinero a una posición subordinada o mediocre en el orden social. Aunque nuestra época actual tiende a ser despectiva con respecto a las sociedades pasadas, que supuestamente estaban oprimidas por la superstición, la tiranía y la desigualdad, tal percepción está basada en una perspectiva parcial e incompleta. La sociedad «moderna» es considerada como «la mejor hasta ahora», en gran parte debido a la disponibilidad —al menos teóricamente— de bienes y servicios. Por consiguiente, se ha dado una inversión de la jerarquía tradicional, que coloca al comerciante, como la personificación de la materia, en la cúspide social. Este artículo considera la actual negación del ethos[carácter distintivo] tradicional y el ascenso del materialismo desde una perspectiva Tradicionalista en el espíritu de historiadores y filósofos tales como Julius Évola y Oswald Spengler. También explora el encantamiento y la esclavitud de la Humanidad frente a la Materia a la luz del Tarot así como la ventajosa posición de la sabiduría antigua. Sigue leyendo

El Mito de la Alianza NS-Empresariado

     En inconvenienthistory.com, en el vol. 7 Nº 3 (Septiembre de 2015) de sus publicaciones historiográficas, el investigador neozelandés Kerry Bolton presentó el siguiente trabajo que ofrecemos en castellano que analiza con cierto detalle la cuestión de la presunta y exagerada asociación de grandes empresarios con el régimen hitleriano, del apoyo de aquéllos a éste, tanto de fuera como dentro de Alemania, que se suma a otros dos que ya hemos publicado aquí que tratan del mismo tema, uno de Veronica Clark (Feb. 2014) y otro de Andrew Hamilton (Junio 2015). Aquí el señor Bolton va desenredando una madeja que ha sido ovillada más con suposiciones que con hechos, particularmente contenidas en un libro que pasa como de gran autoridad en la materia (Wall Street y el Ascenso de Hitler, de Antony Sutton), no siéndolo, según revela el señor Bolton, tras examinar las trayectorias y acciones de diversos importantes personajes del mundo de las finanzas.

El Mito de la Alianza entre

el Gran Empresariado y el Nacionalsocialismo

por Kerry R. Bolton

Septiembre de 2015

     La línea partidista oficial de la Izquierda es que el Fascismo y el Nacionalsocialismo fueron el último recurso del capitalismo [1]. En efecto, la crítica marxista ortodoxa no va más allá de eso. En décadas recientes ha habido una investigación seria dentro de la academia ortodoxa para entender el Fascismo como una doctrina. Entre dichos estudiosos podemos incluír a Roger Griffin, Roger Eatwell [2] y en particular a Zeev Sternhell [3]. Este último en particular muestra que el Fascismo se derivó tanto de la Izquierda como de la Derecha, surgiendo de Italia pero también de marxistas francófonos, como un esfuerzo para superar las insuficiencias del marxismo como un análisis de las fuerzas históricas.

[1] Vea, p. ej., «Fascism», en ABC of Political Terms (Moscú, 1982), pp. 29-30; citado en Roger Griffin, Fascism, Nueva York, 1995, pp. 282-283.

[2] Roger Eatwell, Fascism: A History, Londres, 1995.

[3] Zeev Sternhell, The Birth of Fascist Ideology, Princeton, 1980; Neither Left nor Right: Fascist Ideology in France, Princeton, 1986. Sigue leyendo

La Intervención de EE.UU. en Rusia 1918-1920

     El investigador neozelandés doctor Kerry R. Bolton publicó en Enero de 2011 en el sitio foreignpolicyjournal.com un informe acerca de la participación estadounidense que de diversos modos ayudó a apuntalar a la incipiente Revolución bolchevique en Rusia. Por extraño que parezca, la influencia de EE.UU. en dicha revolución no se limitó al apoyo que banqueros internacionales prestaron a los revolucionarios (sus propios congéneres), sino que había partido antes, con la ayuda que se prestó a Rusia durante la 1ªGM, y prosiguió después, incluídos los esfuerzos del Presidente Wilson, como lo hace notar el señor Bolton en este artículo que ofrecemos en castellano.

LECCIONES de la INTERVENCIÓN de EE.UU.

en RUSIA 1918-1920

por Kerry R Bolton

13 de Enero de 2011

     Estados Unidos, como el «líder del mundo libre» o, alternativamente, «del Occidente», proporciona un ejemplo clásico del adagio que dice que «Con un amigo como ése, ¿quién necesita enemigos?». Estados Unidos deja en su estela una larga línea de Estados arruinados y políticos muertos que ingenuamente confiaron en los altisonantes principios morales de aquél. Estados Unidos comerció con su imagen como el baluarte contra el comunismo durante décadas, y en el proceso asustó a la mayor parte del mundo en su corral. La implosión del bloque soviético fue una especie de bendición para las élites de poder estadounidenses, pero fue sustituído pronto por otro espantajo mundial, el «Islam militante». Sigue leyendo